Para llegar al monasterio hay que atravesar varias montañas con sus carreteras desplegadas en sinuosas pendientes. El camino es abrumadoramente bello, la naturaleza se muestra bruta y se abre paso a través de los surcos que el río ha socavado en la montaña. Te prepara para lo que encuentras al llegar: un milagro erigido en el siglo X. Dios vive aquí entre naturaleza violenta y piedra desnuda.